domingo, 6 de diciembre de 2015

CONSUMO DE CARIDAD

1. INTRODUCCION.


Vivo en Barcelona y me siento abrumado por la cantidad de personas necesitadas que duermen a la intemperie, en portales, porches, cajeros, etc. y no hay día que no me soliciten limosna en la calle, puerta de supermercados, transporte público, semáforos y hasta por correo, en anuncios de televisión y demás medios de comunicación, y especialmente acentuándose en estos días cercanos a la Navidad y ya solo me faltaban las grandes campañas del gran recapte de alimentos, telemaratones, recogidas de juguetes y la última novedad del giving twesday.

Mi capacidad de caridad queda tan desbordada que tengo en muchas ocasiones sentimientos confrontados de culpabilidad de no estar haciendo todo lo que podría permitirme y a la vez un hartazgo de soportar tanta miseria que me rodea.

Antes de profundizar en el tema, me gustaría definir algunos conceptos para unificar criterios con el lector, que pueden coincidir, o no, con los de la Real Academia Española.

Amor: el deseo al prójimo y a otros seres sintientes de que tengan lo mejor y todo tipo de circunstancias favorables.
Compasión: el deseo al prójimo y a otros seres sintientes de que no sufran y que no padezcan ninguna circunstancia desfavorable.

Estas emociones positivas surgen espontáneamente porque son parte de nuestra naturaleza y nos hacen sentir bien y reconfortados como seres humano y con unas consecuencias presumiblemente muy positivas.

Seguramente son sentimientos básicos que nos han hecho evolucionar como seres humanos y sociedades cohesionadas al abrir nuestro corazón hacia los demás.

Pena: vernos reflejados en la desgracia ajena produciéndonos un desasosiego íntimo y profundo.
Vergüenza: qué pensarán o que dirán los demás por nuestros actos.
Miedo: Perturbación del ánimo al correr el riesgo de poder padecer cualquier tipo de desgracia física, económica, …..

Estas emociones negativas, con resultados probablemente positivos, nos penalizan, corroen e interiorizan de tal manera que nos individualiza y separa.

Todos estos conceptos  enumerados nos conducen a realizar actos como:

Caridad: sentimientos de generosidad que nos  predispone a dar a los seres lo que les falta, de manera universal, ciega e irracional.
Misericordia: nos compadecemos de la miseria ajena pero con cierto grado de empatía.
Solidaridad: adhesión a la causa o empresa de otros, ofreciendo nuestra ayuda a quien consideramos se los merece.



2. ¿ÉXITO SOCIAL?

Se nos dice por los medios de comunicación que gracias a la solidaridad social y a nuestro sistema asociativo conseguimos cifras récord de ayuda a los necesitados.

Sin embargo, yo detecto cierto agotamiento de este sistema porque la motivación que nos mueve a colaborar no es la correcta. La pena, la vergüenza o el miedo han ocupado el espacio reservado a nuestro Amor y Compasión naturales.

Hace poco leí en La Vanguardia un titular referido al gran recapta que me dio la respuesta: “Quizá un día lo necesite yo”. Está claro que lo que domina en este caso es el miedo.

Si el segundo grupo de emociones es el que nos domina, vamos por mal camino, ya que nos conduce a terminar con cierto “callo” social que acabará haciéndonos insensibles a las desgracias de nuestros congéneres, enterneciéndonos más la imagen de un cachorro de cualquier mamífero que la del sufrimiento humano.

Las cifras avalan este razonamiento, pues las recaudaciones de estos grandes eventos sociales van en descenso por este agotamiento social, a pesar, de que según el gobierno hemos salido de la crisis y tenemos un crecimiento anual del P.I.B. superior al 3%.

Recaudaciones últimos años de la Marató de TV3 con una historia que data desde 1992:
2012 = 12.387.634 euros
2013 = 11.848.986 euros
2014 = 11.403.593 euros
2015 = pendiente de resultados definitivos

Del “Gran Recapte d’aliments” no he obtenido datos históricos, salvo los del año pasado:
2014 = 4.686.000 Kg.
2015 = De momento se han superado los 4.000.000 Kg.

Desde un aspecto más racional y menos sentimental, reclamaría que se haga más hincapié en qué se hace con lo recaudado y no en el espectáculo de cómo y el qué se recauda. Lo que solicito, no es una relación de beneficiarios anónima, sino un detalle exhaustivo de a dónde ha ido a parar cada céntimo de euros donado, y no en apartados generalistas de contabilidad como nóminas o compras, sino nombres y apellidos y facturas reales.

Es mejor basar nuestra caridad en auditorias personales que no en sentimientos negativos.


3. ¿FRACASO GOBIERNO?

Clamorosamente el Estado falla a sus expectativas. Tanto los mercados como cualquier otro fenómeno social, incluso las leyes, son imperfectos y como tales generan injusticias y una de las funciones del Estado es poner los medios suficientes para garantizar la Justicia Social.

Vemos que las actuaciones de nuestros gobernantes en este aspecto son muy exiguas, refugiándose en el “éxito” de las iniciativas privadas y la solidaridad mediatizada.

Entonces sólo me queda pensar que la gente lo pasa mal, no por falta de caridad, sino por falta de Justicia Social, atacando el síntoma y no la causa.

Nuestra capacidad de caridad y misericordia, por ser ciegas, son guiadas por estos agentes sociales que hacen de perro lazarillo, eliminando y excluyendo la solidaridad de nuestras vidas.

Garantizando un mínimo de supervivencia se evita que la sociedad explote. Que la gente lo pase mal debería llevarnos, por misericordia, a un estado de indignación tal que nos condujera a exigir la Justicia Social como prioridad, pero para ello necesitamos ser, ante todo, solidarios con los que padecen.

En lugar de esto, se estigmatiza y menosprecia al fracasado, culpándolo de indolente, conformista, vago y otros adjetivos inculcados por los poderes fácticos incluidos los gobiernos, que para arreglar este tema ya tenemos la caridad mal entendida.

4. ¿LA CARIDAD ES UN NEGOCIO?

“Todo necio confunde valor y precio”.

Quiero comenzar con esta cita de Antonio Machado porque no hay mejor manera de definirlo. Los bienes inmateriales y con un valor incalculable no son escasos en el ser humano, sino todo los contrario, son muy abundantes. Además, intuitivamente ya les damos el nombre de valores: amor, fidelidad, solidaridad, sociabilidad……

Esta sociedad mercantilista, que pone precio a lo que escasea, convierte estos valores en materiales y por tanto con un valor económico. El ejemplo más claro es poner precio al cuidado de nuestros mayores y niños.

Socialmente estamos juzgando y cuantificando nuestros sentimientos por el volumen donado convirtiendo la caridad en un gran espectáculo, y lo peor es que cogemos gusto a observar la miseria para poder relajar nuestra conciencia a base de limosnas. Entonces, me pregunto en qué hemos convertido el acto natural de voluntad humana desinteresado y ciego.

Los supermercados, que antes rociaban con lejía los productos caducados o invendibles por cualquier causa para que no fueran aprovechados, hacen el “agosto” con las campañas sucesivas del Gran Recapte. Me hacen pensar mal, pero habrán llegado a algún acuerdo para donar ahora los productos que antes destruían a cambio de estas campañas que les reportan unos ingresos excepcionales, además ahora pueden permitirse el lujo de ponerse la medalla de solidarios utilizándola de publicidad.

En cuanto a las ONGs, qué hacen con las donaciones que reciben. No quiero demonizar a todas, pero hemos tenido claros ejemplos de desvío de fondos para inversiones inmobiliarias, de grandes sueldos a sus órganos directivos, viajes recreativos y de aventura para sus cooperantes, e incluso, cuando queda algo y llega el objeto de caridad, se lo reparten los dirigentes del país receptor haciendo negocio con ello o, simplemente, es inservible porque no es lo demandado por la población. Mosquiteras para evitar la malaria a personas que no duermen en habitaciones ni siquiera en camas u ordenadores cuando no hay corriente eléctrica ni en sus moradas ni en las escuelas.

Entretanto, la clase media, o la que se considera clase media sin serlo porque le cuesta llegar a fin de mes, soporta una excesiva carga impositiva para las compensaciones que recibe del Estado, siendo la que más está aportando a todas estas iniciativas.

Mientras la clase alta concentra sus esfuerzos en como pagar menos impuestos, deslocalizando sedes y fábricas, invirtiendo en productos financieros hechos a medida para evitar impuestos o directamente falseando cuentas para evadirlo mediante ingeniería contable.






5. ¿QUÉ PUEDO HACER?

a. Compartir nuestro tiempo.

“La caridad bien entendida empieza por uno mismo”

Este refrán va como anillo al dedo para explicar que el tiempo libre es uno de los valores más preciados que tenemos, mucho más importante que el dinero, porque nos permite Ser, al poder dedicar nuestro tiempo a lo que realmente nos apasiona.

Dar, regalar, compartir nuestro tiempo libre es el mejor regalo que podemos ofrecer a nuestra pareja, hijos, padres, amigos, etc. porque su valor es incalculable. Como se suele decir “más vale calidad que cantidad” y en ningún sitio podemos aplicar mejor esta máxima. Hay que interesarse, compartir y apoyar sus inquietudes, proyectos e intereses e implicarnos en aligerar en lo posible sus problemas. Esto nos puede llevar desde a unos pocos minutos a un tiempo indefinido, pero eso no significa que tengamos que absorber y acaparar todo el tiempo posible que nos ofrecen ni entregarlo sin ningún sentido y sin fin en horas de aburrimiento compartido, dado su valor y porque ha de permitir Ser a ambas partes y evitar convertirnos en seres homogéneos y monótonos.

Todos tenemos que trabajar, desgraciadamente por dinero, pero podemos influir en nuestra motivación al hacerlo pensando que estamos colaborando con el bien común, mejorando el bienestar social y, por consiguiente con nuestra actitud, la relación con los clientes y compañeros.

Si aún así nos sobra tiempo podemos ir ampliando el círculo e incluso formar parte de proyectos sociales y ONGs, pero de una manera muy crítica, fiscalizadora y auditora, cerciorándonos que realmente cumplen con todas nuestras expectativas. Actitud que no trata de encontrar defectos sino de garantizar la pureza del proyecto.






b. Consumo consciente y responsable.

Quién decide lo que consumimos, los consumidores o las empresas con sus campañas de marketing y sus estudios de investigación sesgados e interesados. Estamos en una cultura de consumo compulsivo de naturaleza excluyente. Si alguien gana otro pierde. Consideramos el crecimiento económico como satisfactorio sin tener en cuenta la distribución desigual e injusta de los bienes. Confundimos la necesidad con deseo, dándole un carácter de infinitud que se retroalimenta. La cultura tradicional es sustituida por una cultura universal que tiene a desvalorar nuestras costumbres, recursos y riquezas para acabar empobreciéndonos, porque es sustituida por una escala de valores y deseos de consumo ajenos a nuestra cultura, historia e identidad como pueblo, que desemboca en un deterioro ecológico, ya que los pueblos pobres se ven obligados a agotar sus recursos para sobrevivir, degradación que los empobrece todavía más.

Que mejor caridad que la de practicar un consumo consciente y responsable. En cada acto de consumo estamos emitiendo un voto sobre en qué mundo queremos vivir.

Entonces, procuremos adquirir productos de comercio justo que garantice condiciones de vida digna a los productores, de producción campesina que fomente la biodiversidad y genere empleo, de soberanía alimentaria reduciendo la importación de alimentos baratos que debilitan la producción y población agraria locales, productos de proximidad y de temporada que refuerza la economía local y reduce el gasto energético, productos ecológicos que por no usar productos químicos evita la contaminación de la tierra, el agua y el aire fertilizando la tierra y frenando su desertización.

Usemos el transporte público y evitemos en lo posible coger el coche privado para evitar la contaminación ambiental.

Usemos la Sanidad Pública y evitemos afiliarnos a Mutuas porque sino estamos aceptando que la sanidad ha de ser privada para que sea de calidad, dejando la pública sin medios, paupérrima, con grandes problemas que desembocarán en un círculo vicioso que la llevarán a ser de asistencia social mas que de salud.

La educación padece el mismo problema. Hemos de llevar a nuestros hijos a la escuela pública si queremos garantizar un mínimo de igualdad de oportunidades, sino, siempre hay alguien que tiene más dinero y, por tanto, oportunidades que nuestros hijos porque irá a un colegio más caro y elitista.
Yo me pregunto si todos estos actos no son más caritativos, misericordes y solidarios que donar un paquete de arroz, una conserva o un donativo. A qué esperamos para ponerlo en práctica.

6. EPÍLOGO


Por mucho que nos movilicemos y acudamos a manifestaciones en pos de un mundo mejor, pero si acabamos en un Mcdonalds con una hamburguesa con coca-cola, acudimos en nuestro coche privado, somos de una Mutua y llevamos a nuestros hijos a una escuela privada, lo tenemos claro; nuestra motivación y esfuerzo no sirven para nada.

El famoso dilema del prisionero nos muestra como dos personas pueden no cooperar incluso si ello va en contra del interés de ambas. Pero por desgracia, sólo tenemos esta arma, que es muy potente si la ejercitamos en conjunto, pero si no tenemos e inculcamos la solidaridad, por muy caritativos que seamos, no arreglaremos nuestro problema, ni siquiera el del cambio climático por muy preocupados que estén actualmente los gobiernos de los países de todo el mundo

Sólo mediante nuestros actos cotidianos de generosidad personal y hábitos de consumo saludables conseguiremos vivir en un lugar mejor. Ningún político, del color que sea, logrará cambiar el mundo. Únicamente cambiando nosotros, siendo conscientes de lo que hacemos, lo lograremos.